jueves

El fuego duerme en la madera

Octavio Paz



Tu cuerpo y sus ocho válvulas dentro del gran

camello,

Máquina que teje y desteje

aromas y humo

otro aroma preñado de soledad

otra soledad preñada lumbres

fuego que brota del pistón más cercano

de la brasa que nutre toda la carrocería

del llanto que nace entre los escapes,

Tu cuerpo y el tejido cromático

de tus células al aire,

disparando besos

ojos,

chispas,

arranques díablicos

como un estanque al que cuecen

como una rosa que suelta invisible su pétalo

rosado

Toda esa magnificencia útil si de la llave

engrane es para los dientes

Toda esa bronceada curva y morena

que rueda y rueda si como péndulo

la cadera

¡Oh tú peso que pesa sobre la nada cuando la nada

besa su nada de cuerpo!

¡Oh tú visible ternura invisible de evaporable

mirada visible en la mía cuando nos vemos

invisibles en el deseo de ambos!

Dadora de fuego

Ora antorcha

ora vegetal

ora arpa

Ora telepática de las flamas,

en ti resuella todo el ensamblaje

y el eco que mi cuerpo es

En ti la marcha abre los carbones

y todos los cables que se conectan entre sí

y sueltas la vena y de la vena toda la sangregas

para prender el motor

sábado

…de las cartas enviadas a Sofía

¿Recuerdas?... cursabas el cuarto grado en la escuela de enfermería. Sabías de mi relación con Jimena.

Decidimos rentar una Camper para viajar juntos. Los tres en la playa observando el ocaso –tenían presente los detalles y muchas veces compartí contigo la nostalgia que me provoca el mar. Se eligió el lugar específico. Amplio. Donde las olas se proyectaran contra las rocas grandes y pequeñas. A Jimena le gustaba escuchar el eco que producía el agua desmoronándose entre las piedras. El frío y a veces tibio rozar del viento sobre la marea o la arena. Para ella era todo un ritual. Ahora que lo recuerdo.

Antes se organizó una fiesta en casa de Jimena. Allí se bebió y bailó toda la noche. Tú estabas casi dormida cuando te invitó a bailar. A desnudarte. Bailaron juntas por un momento. Jimena no apartó los ojos de ti mientras recorrías con tus manos tu cuerpo. Star Crossed Lovers era su canción favorita y al parecer la tuya. Jimena observaba no tu cuerpo como yo sino tus ojos o eras tú quien veía los ojos de ella cómo te veían a ti. Mi estancia allí simplemente constaba como un artículo más de la sala. Fui aislado de ustedes y ese aislamiento me hacía pertenecer más a la estética de sus desnudeces. Incluso la soledad en que se situaba la música. Los ojos de Jimena penetraron el silencio de tu piel. Yo escuchaba otro silencio. Para Jimena la desnudez no es finita. Continuó mirando tu cuerpo y en lapsos cortos volteaba a donde estaba sentado. La miraba y ella reía. Finalmente dejó de verte y ambas rieron. Posiblemente de mí.

Jimena y yo estábamos destinados al fracaso, eso también lo sabías. Tal vez los modos en que se dirigió la vida en ambos fueron por sustitución, los males por los bienes o viceversa. Sé que entre las dos planearon el campamento en la playa, sé que de haber ido Jimena…

Se rentó la Camper, estabas tanto como yo con desánimos. Alfonso fue quien nos la prestó a cambio de llevarlo, no tuve objeción y al parecer tampoco te disgustó la idea. Llegamos el martes, la playa olía a cuerpos, a imagen de cuerpos. El agua rebosaba de una pasividad tan triste y aunque fui el único que la sintió, no importó en nada. Pronto tú y Alfonso se introdujeron al mar, pude ver tu cintura apretada por el peso de la humedad y tus pechos y tu cabello húmedo; el mar oprimió tu carne y tus huesos se expusieron al sol y al viento. Recuerdo lo exaltada que parecía tu clavícula y cómo Alfonso mudó los cabellos que la cubrían hasta tus hombros y tu espalda. Él te acarició.

Todas las noches salía a sentarme en la arena y pensaba en Jimena, algunas veces la imaginaba, o recordaba la vez en que se desnudó junto a ti. El mar jamás me supo más erótico recordándolas.
En una de esas noches, ¿recuerdas?, Alfonso al verme salir de la Camper se dirigió a ella y entró. Tú estabas de espaldas leyendo Farabeuf. Eso lo sé porque después de besarnos yo no dije nada y salí dejándote recostada boca abajo. Lo otro, lo de Farabeuf es inventado, sólo sé que es tu libro favorito.

Cuando regresé a la camioneta Alfonso te besaba, de hecho estaba la mitad de ti desnuda. Hubiera salido pero me viste y fue como invitarme a verlos haciendo el amor. Querías verte en los ojos de Jimena y lo más cercano a ella era yo, y es extraño porque así mismo te veía, como lo más próximo a tenerla.

Te alejaste un poco de Alfonso hasta llegar donde estaba sentado y bailaste, él observó y más que verlo tus ojos penetraban en mi, te hubiera tocado pero no quise estropear tu ritmo. Durante unos minutos, tanto Alfonso como yo seguíamos tus olas y era que el mar se había proyectado en todo su ser, aunque no lo supieras, o eso nos hacías creer. De nuevo estabas a lado suyo y yo los miraba. Unos segundo más tarde los dos entramos a ti. Tal vez no tenga sentido, ¿recuerdas? Regresamos un lunes y toda su mediocridad de día se posó sobre nosotros cuando el sol cubrió el parabrisas al estar recorriendo las calles de la ciudad. ¿Recuerdas? Alfonso nos dejó frente a tu casa, intentó que lo acompañara para beber unas cervezas pero no accedí.
La calle y tu casa no decían nada, ni tú.
Quise despedirme…

¿Recuerdas? Sabías que terminaría así.
¿Lo recuerdas?