sábado

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Uno se hace a la idea de pertenecer a “algo” que, por antonomasia, también nos pertenece. Pero realmente es innecesario creerlo. No pertenecemos ni, mucho menos, nos pertenece. Este estado de pertenencia (valga la reiteración) sólo se adquiere por adhesiones sexuales, y con adhesión, no quiero decir que se “pega”, sino que, por motivos creados, ahora sí, necesarios para el hombre y la mujer, nos son regidores de cada uno de los estímulos por los cuales obramos de tal manera; es decir, sentimos esos estados de pertenencia. Hace un rato leía una reseña que Erotómana escribió en su página y respecta a la evolución del hombre y la mujer. En sí, dice ella;

"Explica por qué nos quedamos sin pelo, por qué los pechos de las mujeres han crecido tanto, por qué las mucosas de nuestros labios se han dado vuelta y la respuesta es que todas estas mutaciones se produjeron por y para el sexo".
Más abajo reitera:

"Morris, zoólogo, asegura que nos fuimos haciendo lascivos por necesidad de adaptación: cuando el mono se hizo cazador se vio en la necesidad de actuar en grupo, debía cooperar y desterrar la rivalidad que suponía la existencia un macho dominante, jodedor de todas las hembras. Para favorecer esta cooperación de machos, nada más efectivo que el que cada uno dispusiese de su hembra: un modo de evitar líos. Para que esta relación se mantuviese más allá de la época de celo y cría comenzaron a copular cara a cara y con ello apareció el enamoramiento, y el gran lazo afectivo que nos une a nuestra pareja".

Si esto es cierto, creo que me he salvado, ¿ustedes, no? La regla que sistematiza al humano–humana –si la existe– es aquella que fue directamente implantada por “nosotros mismos”, y vuelvo al tema arriba comentado, la pertenencia. Díganme quien de ustedes después de haberse cogido, rapidín –hecho el amor– no siente que esa mujer ya es parte natural, y quiero decir está hecha para nosotros exclusivamente, es más sencillo y más complicado que esto. Sencillamente por haberse acostado con uno ya tiene la sensación de que puede poseerla cuando uno guste, por supuesto existen excepciones. Y esto va más allá. Llámese “Machismo” o patriarcado, que para el caso es lo mismo, el hombre ha conjugado el sexo a la sumisión de la mujer, y se ve envuelto en un dilema, pues realmente quien envuelve es “Ella”. Kristeva nos habla del “Kora o Chora”, y no es más que la vagina. Pues bien, nosotros “salimos” de ese “lugar” oscuro y penetramos dicho lugar. El sexo es pues, no la eyaculación o el hacer el amor o el rapidín, es, simplemente, volver. Y por supuesto habrá quien debata lo que digo, y es justo que así sea. Cuando se habla del Kora, se habla del comienzo, en sí, de nuestra labor de creados, desde allí “nosotros” empezamos y comprendemos el mundo, o “nuestro” mundo. Cuando se nos es arrojado –en este caso diría Sartre, a la nada– no sólo nos arrojan, sino que nos despojan de todo “contenido” –y esta idea de contenido viene de la existencia prenatal– y es pues que nos volvemos seres inservibles, excepto para cagar, hacer orín, vomitar, etcétera, y, desde luego, para coger… etc. Sin el sexo el hombre se consumaría en una civilización totalmente patriarcal (o debería decir “Mampal”) y eso, ustedes saben bien que no es sano. La mujer viene a tomar el poder, dicho por Kile Millet, con todo el orden del mundo, es decir, en su estado catastrófico.

1 comentario:

Azul Selene dijo...

Sensato...