martes

Poemas Vampíricos

Desconozco el abrir del cántaro
cuando de vacío se llena;
mar y pétalo incendiados
como cóncava muralla de tu ombligo.
Mar y ojos habitándose desconocidos.
Entonces..., el agua penetra la pupila.
Llena de tiempo el hombro
y la piel oculta
tras el lirio y el molde, abre
para sí, el maullido de los huesos.
Y ya no te veo, sino como apóstol
de lo oscuro, condeno las brisas
de la mirada, y hago que
la noche
nos arrulle a canto de colmillos.

lunes

Poemas Vampíricos

Estos poemas Vampíricos van dedicados a Brisa January, por los muchos años de compartir mi vida, en los más extraños lugares y recintos del Mito Urbano.


De aquí en adelante caminaremos abrazados a la piel,
con la mirada puesta en el desnudo de la sangre,
como vigías nocturnos, con el aroma a cuello
empuñado por los labios,
De aquí en adelante, la voz andará ciega,
caída en remanso de los muebles;
implantará la hora para amanecer
hechizados por la negrura de nuestros cuerpos;
habrá de penetrar la luna como ruido
de coleópteros sobre la rama, mientras
tus ojos le arrebata la sombra
a la noche.
Habrá de decirnos el mito de los párpados,
y en ellos andaremos encerrados,
viendo cómo la voz nos llueve desde dentro.

martes

Desnudo

Te veo salir de ti misma y abres la compuerta al misterio. Recoges el fuego de tu cabello tendido al aire y las chispas caen como lluvia sobre esta isla que se quema. Luego escucho el graznar de los muebles cuando el desnudo se perpetúa. Vienes y vas y me despojas de las horas, siendo reloj de arena, con tu marea de espuma encaminada a la palestra de la calle.

El mal poeta

Ya no sé cómo se escribe un poema,
bebo el tono del día
y la danza no brota.

Alguien se escuda detrás de la palabra,
el desnudo
del más cercano de todos los antihéroes,
y simplemente cae
donde los hongos emigraron,

Y a morir me llaman los pilares
que construyen el albatros,
los que dicen del pétalo la hoja
y la sangre,
y se nombran así mismos hijos
alegres.

Pero sé muy bien
en no dictar la sombra de lo que
podría ser carne,
en dejar pasar el escancio
de los ríos y la junta de peces
a nado contra sí mismos.

En dejar que la brasa dorada
de los días comulgue,
siempre a destiempo,
estas auras sombreadas
con que el plus del pétalo
abre las compuertas del desorden
y todos los mares vuelven a mi sangre.

... la última carta


Juraría –si pudiera jurar otra vez– que no importa; quiero decir que no importa lo que suceda entre nosotros. Ahora creo que no tengo derecho a persuadir el tiempo para dejar en claro que no me permito, ni siquiera un segundo, intentar construir lo no construido. Desde el hotel, maleta en mano traspaso el corazón a otra isla.

domingo

Recado de comprensión

Te quise escribir este recado, por si
antes de avistarnos, cualquiera de los
dos tuviese el importuno de perderse:
te espero en la esquina,
junto a la tienda de Tomasa.

Llevas puesto el Jeans azul claro,
el top oscuro, y tu piercing colgado al
ombliguito.
No olvides el piercing. Puedes, si acaso
recuerdas, no llevar nada puesto.

Pero no dejes, así como así, el cajón
donde rebasa de recados míos,

puede que pueda escribir un poema,
si los releemos juntos.
No lo olvides, agradezco tu comprensión

por aclarar la tormenta que no fuimos.

Prenda íntima

Te quiero, me dices.
En el lugar donde se oculta

la voz y el cuerpo se eriza,
me dices te quiero.

Luego bajas, quieta, a moldear
el pecho con aguja de punto fino.
De barro la tela y en vuelta
la carne, la coses.

Sursamos aquí que se ha roto
el aire. Pero bajas como

baja la luna -a medias- curveando
las nubes.

Y te digo te quiero; preso
en litoral de nombres que casi
olvido.
Y te digo te quiero en el
rubor de las palabras

desnudas, que no pueden vestir
tus ojos.

Copia del poema falso

Te hablo hoy para que respondas mañana.
Aquí María Tomasa canta:
un, do, tre, cuatro.
La bailo y la bailo, pero no tengo
naita de color´s para el tachón del suelo.

Mi patria (el castillo donde lacio
sube el viento y como si nada,
puff se va) Mi patria, me baila, me baila.

Y te hablo y responde la silueta
de una mujer-máquina;
¡Hola! ¡Hola!, y una ola viene a picarme
el pecho. Y digo otra vez mi patria,
y digo que soy más Puerto Rico,
con el idíoma gringo en el pecho;
te recito
I love you. I love you, forever.
Hear what i say. Y creo que la I no va.
Si pudieras venir a deletrearme,
a juntar la vocecita de la tarde
en el cajoncito de los mares y juntos, ola tras ola
mover el tiempo, penetrados por el aire.

Chiquita, te marco hoy para que respondas
mañana; remembering you standing quiet
in the rain as i ran to your heart
to be near and we kissed.

jueves

Vigilia

A Isabel Muñoz Pasquett

Descorro las cortinas del cuarto
y hablo conmigo
intentando aclararme los ojos.
Un vaso de té,
dos uvas y el descolorido uniforme
de la escanciadora sobre la cama.
La brasa incendiaria tintineando
entre almohadas;
la voz fúnebre del claxon detrás del edifico
y el aleteo
submarino de mi corazón,
pesan sobre todas las cosas
que me habitan.
Puedo ver la silueta del mar
aquí
en el abrazo nocturno y sin nada
que mi cuerpo invita,
puedo ver los lirios nadar
como quien evoca demonios
en las uñas,
pero todo baja a llanto,
como una vaca gorda,
regordeta que da de beber
al crío décimas de memoria.
Puedo ver la figura
entre los muebles,
el ruido, la bitácora de lutos
y el ladrido del perro
que en su panza guarda la noche
y tal como yo,
lunático se envuelve de fragmentos.

La dulzona

¡Negrito, ven. Vamos a despeinar la cotorra.
Ven, moreno, si está igual de negra que tú!

Sexoservidora de la zona galáctica.

Estaba el Trucha y yo, dice el Mongol, sentados en la sala. El Trucha caguama en mano recitando poemas de José Hierro: Una botella, un libro, un cenicero. / Ahora la vida es de cristal, de metal, de papel. / Ahora es la botella / más bella que una flor. El Mongol tenía en la mano un bacha de la Golden, pero no sabía si fumársela o dejarla para el rol. Yo mientras tanto recorría con la vista los muebles de la casa del Trucha y las suculentas fotos en bikini de su jefa; había una donde las nalguitas se le notaban bien acá, gordas, duras, como pá ponerse al pedo con un culito así de chingón. Pero la neta ahora ya nadie se la quiere tirar. El Trucha se daba color de mi actitud frente a la foto blanco y negro de su progenitora, pero, igual, le valía madre; no porque sea su Junior le voy a tener que estar tapando el culo cada vez que un compa quiera gozársela, decía. La neta es que el único que se la tiró fue el Mongol una vez que anda hasta el culo de pedo. Ven acá, chiquito, te la voy a mamar, ¿me la metes por ditroi si quieres, nene? Esas fueron las palabras de doña Ame. Y el Mongol, compa serio y de buenos principios, pues no se pudo negar a tal atención. Sólo de oír cómo pujaba la gordibuena jefa, pues, chance y daban ganas de arrimarle aunque sea los 20 cm de gorra a la Ame putita.

El Trucha dice: Cuando salí de ti, a mí mismo / me prometí que volvería. Deja de decir pendejadas y mámale, le decíamos. Pero, pus cómo, si en el meritito tuétano me llegaron los versos. ¡Ah, pinche Dulzona! Cómo es que la dejé ir. Acá buena, sabrosa. Con el toque cuasiperfecto de Piruja rondando calles, pero linda la cabrona. Yo la quería un chingo, neta. Cada vez que andaba tirando barrio Ella acudía para salvarme; besos, más besos, caricias, más caricias, la ronda de abrazos apretando el cuerpesito. Casi siempre la vi perfecta, excepto por el casi, sólo cuando no decía nada acerca de nosotros. Ah, pero como me gustaban sus ojitos, verde esmeralda, pupilentes, pero esmeraldas. Labios carnosos, los cuatro. Como la quise la cabrona.

El Mongol me dice que debo dejar de pensar en la Dulzona, yo le digo que prenda la bacha y nos pongamos a volar un rato. ¿Pero y si luego viajo a donde la Dulzona? ¿Y si la quiero como antes? Ni pedos, la bacha es la bacha. El Trucha leyendo el atardecer como quien deja su obra en el filo caduco de una caguama. Este es mío dice: ¡Oh, como prenda celebre que viste de jugos el alfabeto; ven, cariñosa, que quiero leerte en braille! Lo escucho. Me remite a cuando Dulz jugaba a tender las prendas sobre el claro de la puerta y se ponía a dar de vueltas como desaforada buscando cuerpo donde para vestirse de nuevo, entonces llegaba como superman o el hombre migraña y la penetraba, hasta el fondo, y se decía vestida de triple “S”; saliva, semen y sexo. A veces me la tiraba con las nalguitas punta pá rriba y cambiaba la onda, ya era dos “S”.
¡Hey, Cabrón, deja de pensar en la dulzona! Me dice El Trucha. De nuevo le entro al recuerdo de su jefa Ame, Amelita de culito guango. Ya pá qué me digo, ya ni sirve.

El Trucha se pone pedo y el Mongol hasta el culo de Mota; yo los veo, acá desde el recuerdo. Me siento Pedro Infante y quiero cantarle; Bésame, bésame muuuuchoooo, que tengo miedo a perderte y peeeerrrrrdddddeeeeeeeeeerrrrrrrmeeeeeee después.

La pinche Dulzona me dejó loco. Aguevo me digo, la pinche Dulzona me dejó loco; ora pinche Trucha muévete, Mongol apúrale Cabrón, la Pinche Truchita va saliendo poquín a poquín mientras me sello el corazón con dos fierros de Tequila. Mongol, Mongol y ya la verga no me responde.


Suave su muslo como gancho al closet

suave su muslo como gancho al closet,
suave su muslo como gancho al closet,
suave su muslo como gancho al closet.
Suave, más suave. Su muslo suave.
Ave suave de muslo abre, suave, suave
su muslo como gancho al closet.
Suave, suave, muslo seno, ¿senó el muslo sauve
como gancho al closet?
Ándale nena, ponte.
Glup.
Glup.
Glup.
Glup.
Nena.
Hay te voy.
Suave, y otra vez suave.
De perrito nena, glup. De perrito, Glup.
Splash, splash.
Suave, suavecito.
suave muslo como gancho al closet.
Blu, blu, blu, blu.
Miau, miau, miau.
Blu, blu, blu, blu.
Glup, glup, glup.
Nena.
Nena.
Así, rockanrolero, con madrazos y todo, nena.
Nalguitas, culito (conjuntito de nalguitas culito).
Acá, nena. Glupi, conjuntito glupi.
Suave muslo que de agua se viste,
suave como voz suave desvitiendo la palabra.
¡Oh, nena!
Suave.
Suave y sin miedo lengua que recorre el aro;
manitas de puerco; manguito de arco fundido.
Suave, nena. ¡Síiiii!
Cómo serán tus moñitos que de tanto
envolver el regalo,
truena la máquinita;
glup, glup. ¡Bam!
Casquillo calibre 38.
Sí, nena rockanrolera.

domingo

De los muertos

Qué se dirán los muertos bajo la brasa del polvo.
Abrazados a la raíz del árbol
que siembra sobre el pecho la argamasa
que ha de constatar su muerte.


Qué se dirán cuando les une la piel
el agua y el moho les besa el cayo
o la vejez de tanto estar durmiendo,


En el asfalto donde la carroza anduvo,
donde la tranca y el código postal
andaban lejos, en la esquina del vecino
que se murió de cáncer;
se dirán que se está enamorando el hueso
de la esquelética
vida que llevan,
serán infieles de tuétano,
de sílaba fantasmal.


Se dirán que les nace el sudor
como pez entre los vellos,
que de tanta caja ya se sienten zapatos
hurgando la uña


Qué se dirán los muertos
abrazados al quinqué de las sombras;
así, cuando los orantes de rodillas
filosofan la distancia entre el cielo
y su llanto.

jueves

Septiembres

Vine a dejar flores a estos septiembres
donde la primavera yace
por todas partes

No veo el panfleto del silencioso
que adopta las curvilíneas de la mujer
para un texto erecto.
No veo la pasión del color
en la dulce, (siempre cruel )
blusa de mangas arremangadas de la mujer Maravilla,
ni menos distingo los olores del labio
que busca pendenciero los arrecifes
que el naufrago encontró

Pero ha de ser que debo esperar
otra línea en la curvatura de los andenes,
donde se postró la pulpa y se dejó abandonar
por el tiempo, arrasada en olas y olas,
dando vueltas como hora interminable

Pero ha de ser que debo esperar a
que alguien me espere,
para que al recibirme
deje las espinas sobre el corazón,
porque a desgracias no hay más grande
que irse tumba sin flores
adonde el seno brama pétalos sin amor.