martes

Los perdedores*

Una biografía es pura ficción.
F.
A Vero y todos los muertos que le siguieron.
Y. y, y, siempre fuimos los perdedores. El Miclo —quesque vio sangre por sangre y terminó hablando con el tono de ese, ese con el apá, ese con la concha, ese con el vato, ese por todas partes; más bien yo quería decirle el supermen con su ese grande; aclaro, no por puto sino por lo mamón que me resultaba el Miclo—: componiendo una rolita, sentado sobre la silla, acá en la esquina del burlesque: que es la metáfora de la casa.
Yo andaba —igual sentado— bebiendo unas frías, recordando cuando a la Flaka le dije (por que hay Flaka one and thin two): Hoy si entra pancho por Ditroit: la ciudad de las nalgas. Y ella muy singular me dijo que yes pero a puro pelo, es decir, sin globo para la fiesta. Yo la neta como decía Pancho Pantera: de a perrito hasta se me imagina un corazón.

Cogimos.

Me levanté de la silla y le digo al Miclo: Ey ese vamos por otras, ¿no? Él tomó su guitarra y boina en mano salimos, abriendo una puerta que daba a cualquier lugar; un puro vacío con calles completamente inundadas de polvo, que, por decirlo así, era polvo enamorado quevedescamente.
—Suena la rola: mira que la vida no es eterna, en cualquier momento nos olvida…

Tuve un hijo. A la Flaka one la embaracé, de amentiritas, pero la embaracé. Jugábamos al ratón que come el queso y se nos salió la vaca del establo corriendo a prisa.

—Suena la rola: somos sombras en tiempos perdidos…

Anduvimos corre y corre, uno detrás del otro, con el queso pegado al cuerpo; y pinche ratón nunca que se devoró la carne, nomás el puro tuétano. El puro ídem de arriba, o sea, las mentiras. Luego me topé con la carne mucho tiempo después. Un beso en la boca, y aquí la manzana pecando de amor. La fruta celeste. La flota peloponesa que acarició los muelles de un costal, que por más que flotó se quedó varado en cualquier parte de la oceanografía. Una pinche consola del rictus norteamericano, vida, dinero y matrimonio; el girar hacia arriba, la musa pues, la Ironmaiden. Pero igual inundaba de sal y perlitas de playa, con todo y la protesta de las huellas. Un barco aquí, otro allá y la mujer con el sol bronceándose malamente, como pensando que de cruz se va a llenar y es pura negrura la que sostiene. Pero finalmente negrura ebria.
Llegando a la esquina nos topamos al Tepocha; el morro solitario y con vieja más sola que él. Hablamos unos ratos, el tiempo, la parranda, pero nada, como persona estática decidió acompañarnos para comprar las frías. El fantasma cogido por otro fantasma que también cogió fantasmagóricamente. El Miclo, en tanto, componía una rola, mientras el Tepocha y yo hablábamos del tiempo alegórico en la obra de Julio, alias el Pancho Pantera.

Qué tal esta rolita: la morena tiene pelos y de ellos me engaño. De la rubia me cogí el plato y soy escoba que le hierve en los labios.

¡Qué pendejo eres, esa rola ya existe, se llama si nos dejan!

Y el Miclo que agacha la cabeza.

Le dije que compusiera liras, y el pendejo me acompañó con un lirismo: Estás pendejo pinche
Narco. El puro lirismo, ¿no?

En la otra esquina el fantasma apareció, y ya éramos cuatro andando por las frías, más telúricos que despiertos.

—Suena la rola: si no sabes que eres rata…

Nos contamos unas verdades, yo fui el más asechado. Bartolo que con los besos se aclara el cielo… que la Floriada me la ando refinando, que la Virgen me la tiré con todo y santo, pero la gloria estaba en que mi abuelo muerto me dijo: de cristal son los puros labios.

And thin two, que es el fantasma, insensata como siempre, habló para decir —susurrado— entre las ramas de una vulva llena de pelos, que Pancho Pantera está equivocado con su alegoría y debía cambiar al estilo bucólico. Pero hojas, apareciendo el Julio ni madres que dijo lo mismo.
—Suena la rola: ayer me dijo un ave que volara…— Y me quedé pensando en lo bucólico, y qué más bucólico que unas frías para amortiguar el puto presidencialismo del sol sobre una ciudad ajena, que más que dar luz, ciega la vista de cualquier Marín güero como nosotros. La pinche vida, dijo el Pancho Pantera.

A los tres pasos que me cojo a thin two y la uno ya venía sobre mi espalda, más o menos como la manzana, delante de mí, muy dentrito del hueso platónico. Yo quería ser spiderman, pero el cielo no se hizo para los elefantes.

—Suena la rola: que triste se nos va la vida…

Pues sí, ya éramos ocho de camino a las frías, que como relata Gorostiza, es un diálogo con la Parca, un nocturno. Los perdedores vaciados de vacío. Compramos la chela. Unas frías le dijimos a la tía, una ñora bien puta; con ella somos nueve; con el culo más sabroso que la frambuesa sin látigo, Pessoa lo diría de otra forma: si recuerdo al que fui, otro me veo… hasta mi recuerdo es nada.
Narco, vamos para el burdel,
me dijo el Miclo.
Ayuda con las frías, Tepocha, y tu Pnacho Pantera deja la mochila que ya del recuerdo nomás pesa. De regreso me quedé viendo los portales de la iglesia. Les dije a todos que éramos santos, más que Yesus. El Tipocha de la cruz y la mujer violada. Mat, la manzana, arrojó las chelas y con la mirada me despertó hacia una calle mucho más vacía que la nuestra. Los muelles de una ciudad con hotdoqueros y unas lámparas igual de sucias que la noche. El romance perfcto de paz y guerra, ciudad de ebrios que se cogen el alma, nomás por puro gusto de darle carne a la fría.


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*Cuento que debe leerse al estilo norteñero
*Febrero 2010

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