Estaba recordando aquella ocasión, en que, intentando leer libelo de varia cronología, el poemario de Balam Rodrigo, tú estabas recostada leyendo unas hojas de la verdad sospechosa, de un tal y Mendoza. yo leía un verso de cualquier poema, no sé qué leías, qué parte. tiempo después te recitaría aquello que dice:
Desde que te vi anido en ti (o algo así.)
pues yo viendo hacia la ventana, recordé el anuncio que estaba a la entrada de tu pueblo, Welcome Ocosingo -el inglés es por necesidad, ya que bienvenido sería mucho decir-. también escuchaba las gotas de la lluvia al caer relucientes en tu ventana, (fumábamos juntos un cigarrillo, por supuesto a escondidas de tu madre). pero veía más tu pijama blanca, y lo transparente de ésta al verte caminar. tenías puesto un bikini de color negro. me encanta ése color en ti, luctuoso que te hace ver fúnebre, extraña, a veces más extraña que inmensa, un poco más ausente. terminé de leer el verso y acaricié tus pies cubiertos por unas extrañas calcetas de mil colores. reíste y de una bocanada pronunciaste mi nombre, observé el diámetro de tu cadera, el largo de tus piernas, lo flexible de tu vientre y tu cuello, pero no, decidí contemplar la imagen que se instalaba una vez más en mi memoria; y es que te veías tan dulce, tan mía, pero sobretodo inmensamente lejos de mi. dije lo del verso de la comedia y esperaba algo más de ti, sólo la luz de los rayos y el horror del trueno se escucharon a lo lejos, brillaba el cielo de las seis de la tarde. pedí el humo de tu cigarro en mi alma, fumé y detuve mi vista en la esquina de enfrente que estaba oscureciéndose como en toda la cuadra, tu seguías díscola con la comedia y yo entré al inmenso mundo de los anuncios publicitarios. en esa esquina, es decir, no tan en la esquina, una señora vende coca - cola, lo supuse por el letrero pequeño y sinuoso, también supe de ti cuando tus pies se alzaron para levantarte, o acomodarte, pero no respondí a nada, sólo miraba la lejana silueta de un pequeño anuncio color rojo, volteé a verte y recordé, otra vez, que mi corazón es rojo y por designio tuyo tiene un letrero en forma de círculo encerrando una vocal que dice: "no estacionarse".
Desde que te vi anido en ti (o algo así.)
pues yo viendo hacia la ventana, recordé el anuncio que estaba a la entrada de tu pueblo, Welcome Ocosingo -el inglés es por necesidad, ya que bienvenido sería mucho decir-. también escuchaba las gotas de la lluvia al caer relucientes en tu ventana, (fumábamos juntos un cigarrillo, por supuesto a escondidas de tu madre). pero veía más tu pijama blanca, y lo transparente de ésta al verte caminar. tenías puesto un bikini de color negro. me encanta ése color en ti, luctuoso que te hace ver fúnebre, extraña, a veces más extraña que inmensa, un poco más ausente. terminé de leer el verso y acaricié tus pies cubiertos por unas extrañas calcetas de mil colores. reíste y de una bocanada pronunciaste mi nombre, observé el diámetro de tu cadera, el largo de tus piernas, lo flexible de tu vientre y tu cuello, pero no, decidí contemplar la imagen que se instalaba una vez más en mi memoria; y es que te veías tan dulce, tan mía, pero sobretodo inmensamente lejos de mi. dije lo del verso de la comedia y esperaba algo más de ti, sólo la luz de los rayos y el horror del trueno se escucharon a lo lejos, brillaba el cielo de las seis de la tarde. pedí el humo de tu cigarro en mi alma, fumé y detuve mi vista en la esquina de enfrente que estaba oscureciéndose como en toda la cuadra, tu seguías díscola con la comedia y yo entré al inmenso mundo de los anuncios publicitarios. en esa esquina, es decir, no tan en la esquina, una señora vende coca - cola, lo supuse por el letrero pequeño y sinuoso, también supe de ti cuando tus pies se alzaron para levantarte, o acomodarte, pero no respondí a nada, sólo miraba la lejana silueta de un pequeño anuncio color rojo, volteé a verte y recordé, otra vez, que mi corazón es rojo y por designio tuyo tiene un letrero en forma de círculo encerrando una vocal que dice: "no estacionarse".