a la salida del bar escuché un responso de una dama, viré la cabeza con la intención de ver de dónde provenía aquella voz delirante; ella estaba sentada en la fila primera de unas pequeñas sillas -por cierto, hubo un clásico de rock-. fumaba un cohiba y tomaba whisky, al verme giro el rostro a lado de su acompañante, un tipo fresco, muy fresco, el cual no respondió a la mirada; un pendejete sin nombre. lo importante sucedió al verme directamente, (juraría que la había visto antes), con su mano izquierda levantó la copa ofreciéndome un brindis, yo salía y ella esperaba de mi lo que jamás he dado, aun por antonomasia.
decidido a no responder y retirarme, acomodé mi cabello largo sobre mis hombros prendiendo un cigarro después. desilusionada, tal vez, calmó sus tragos, tomó su bolso y se dirigió hacia mi, la veía venir; más, esa falda corta que cubría unas piernas torneadas y por supuesto un respiro de dios entre las medias. a punto de salir alcanzó mi brazo diciéndome: -acompáñame, tengo varias marcas de whisky en casa. No dije nada, sólo le arrojé una bocanada de humo en el rostro cristalizando sus ojos medios azules, medios verdes u olivos. abrazada por mi salió del bar, había conseguido galán nuevo. el hombre de a lado vio cómo nos retirábamos, un paso zigzag, otro cantando, y el beso inesperado -dicen- se atravesó en la segunda grada. olí entonces su aroma a española, probé su lengua media cubana, y amasé sus nalgas italianas, mi musa -dije, mi musa completa, llena de cohiba y delirios desenfrenados. al contrario de lo que se piensa, el sexo fue varios años después, acudí, cuatro años exactamente después, al mismo bar, tocaban canciones de los Doors, pero ya no era lo de antes; al salir a la calle escuché igual un responso, esa vez, preferí colocar el cabello que se había caído en mis hombros en las bragas de una mujer esperando a su novio.