sábado

Texto

Una familia feliz
1 de agosto

Mi nombre es Jesús y vivo con Magdalena: Todos los días antes de ir al trabajo acostumbramos hacer el amor. Hoy por ejemplo ella se subió a la recámara tan pronto le dije que había salido de la ducha. Tomó la puerta con enjundia y arremetió contra mi pobre y humilde cuerpo. Es una bestia para eso del sexo oral... en dos o tres minutos ya estoy tiritando de frío.
Mis piernas se entumen y todo mi cuerpo se dispersa en partículas de sudor y sed. Acomodé sus nalgas en mi vientre mientras mis manos le acariciaban los senos, su cuello palpitaba cuando recorría de lado a lado sus pezones. Son unos muros de barro, le dije. También pensé que son más como unos bronquios revelándose ante el mar, con vida propia.
Toda ella es un eco en lontananza. Finalmente tuve que bañarme otra vez y Magdalena a las labores cotidianas. Después encontré un papel que decía: Te amo. Tenía asuntos pendientes antes de llegar al trabajo, uno de ellos, análisis de sangre. Siempre he odiado a los enfermeros.

4 de agosto

El día primero con los análisis y el trabajo quedé exhausto, al llegar a casa, Magdalena estaba esperándome, tenía rostro de desesperada (a mí nunca me ha importado) y, obvio, me puteo como quiso. Yo cansado y ella fregando la madre, no hay derecho, no lo hay. Su predica fue el tiempo (porque también en la noche antes de cenar, nos aventamos uno: le llamamos el recibidor). Apurado por todo, apresuré el ritmo y coloqué laureles y rosas en el comedor, a ella siempre le han gustado, se desvistió y nada más sintió el primer empujón, comenzó el cataclismo.
De los tres días anteriores ya no gemía igual, sus piernas no apretaban como siempre, de hecho su labor de labios en mis brazos parecían de imitación, eso sí, había algo más importante, se movía con un temblor exuberante, en dos o tres metidas me vine y ella se calmó. Ahora que lo recuerdo, siento que soy una bazofia, pero el amor es lo que cuenta, ¿no? Cenamos pavo y bebimos whisky.

6 de agosto

Algo me preocupa después de la cena del martes, Magdalena se fue a la cama sin decir nada. La verdad supuse que fue mi precocidad, soy un tipo de poca imaginación pero de muchos actos…

10 de agosto

Decidimos salir de paseo para calmar el ambiente. Magdalena ha estado rara, ya no me besa y muy de vez en cuando se acerca y me pone las nalgas en la cara, ¿qué será?, esta cabeza que tengo sobre los hombros no me sirve, pienso más con la otra y he tenido ansias tremendas de ejercerla, pero ella no quiere... está embarazada, creo. El paseo fue un asco. El auto se estancó y la comida se hecho a perder, toda una travesía de infortunios. Lo importante no es este caso sino el otro. Al llegar al parque, cansados, bajamos el mantel y la canasta en donde estaban los alimentos preparados. Magdalena no deseaba tanto salir de casa, en realidad yo tampoco, pero algo se tiene que hacer cuando vez que las situaciones en el hogar no va del todo bien. Nos fuimos a buscar el lugar adecuado: lo hallamos a la sombra de un árbol.
Para eso ya llevábamos más de medio día chingado. Tomamos soda y fumamos un poco mientras estábamos recostados. Recuerdo que le acaricié la entre pierna y le decía palabras bonitas al oído; mi amor, te quiero, te adoro, eres todo para mí. Si abría las piernas no me importaba decirle, Te amo. No somos el matrimonio perfecto, pero sí el más honesto hasta ahora. Cuando todo estaba viento en popa, un tipo con tono de enfermero nos jodió el momento (por eso los odios más), se acercó a pedirnos lumbre, cómo es posible, deberían asesinar a los enfermeros.
Total, le dimos cerillos, Magdalena quedó viéndolo, de seguro le gustó o se conocían, qué sé yo. Al rato nos dimos cuenta que la comida ya no servía. El enfermerillo se percató y nos invitó a comer con ellos, no quería pero Magdalena aceptó por los dos. Andaba con una mujer muy linda, se llama María y sí, es una madre de vieja. Como le traía roña desde hace tiempo me lo chingué. Comimos y después salimos a dar una vuelta por el parque. Diez minutos más tarde tomé a María por la espalda y me la llevé al monte, la señorita no era tan señorita, bien que faja y coge, sólo se le tiene que dar flores para que dé las nalgas. José, que es el nombre del enfermero, nos vio muy preocupado al reunirnos otra vez, a mí en especial me veía con ojos de diablo, Magdalena sólo se reía y su boca estaba desajustada, no me importó.

14 de agosto

María consiguió el número de la casa y no para de llamar, José llama a Magdalena y yo no llamo a nadie.

20 de agosto

Magdalena sufrió un accidente y necesitan practicarle unos estudios, para eso ha decidió ir con José, se ha vuelto su amigo íntimo y a mí ya me está encambronando. La acompañé y todo salió de maravilla, entró sola para que le sacaran sangre y hasta parecía que le andaban sacando madres porque gritaba con dolor tremendo (ya sé que están pensando, yo también lo pensé) pero no. Pobrecita, asentí. Los sentimientos en casa no han estado del todo bien, ella sigue triste y yo preñado de preguntas, algo tiene, ¿será que ya no me ama?, no lo sé.

30 de agosto

El miércoles veintiocho fue su cumpleaños, le regalé unos discos de los Doors y unos más de Janis Joplin, además, una cena romántica. Traté de estar a la altura: whisky, pasta italiana y de postre manzanas con crema. Debió de agradecérmelo, pero no, Magdalena sólo atendía mis labios y me decía te amo. María habló esa noche y fue ella quien respondió, quizá eso haya sido el problema.
José también la llamó y no dije nada, si a esas vamos, todo tiene que ser equitativo o ¿no? Su cuerpo con el vestido negro parecía tornado campo que en mis verdes manos debía arrugarse, su boca tintineaba notas de clamor y desesperación, era un vestíbulo de dolores, tristemente alegre me besó en la mejilla y se retiró al dormitorio. Yo quedé pensando y no dije más que...

10 de septiembre

José y María se casaron, nos invitaron a la boda: aceptamos. La fiesta apestó, muchos enfermeros y los odio, no saben nada, mejor aún, no sabemos nada. Regresamos a las doce de la noche, Magdalena tenía un semblante distinto y yo, quería coger.
No se pudo, por más intentos que hicimos sólo nos besarnos y dijimos buenas noches, amor. Antes de apagar las luces, ella quiso decir algo más y no se atrevió, mis celos estaban a flor de piel y las apagué.

15 de septiembre

María llama al trabajo, de las quince llamadas le he respondido una. Contó que todo estaba bien con José, parece un carpintero abriendo hoyos, mencionó. La verdad envidié al pendejo de José, yo he pasado casi un mes sin hacer nada, a Magdalena se le apagó el motor, sufre y no dice por qué. María me propuso coger otra vez y acepté, nada nos espera, así que no me incomoda tener otras nalgas fuera de casa, mi mujer ya no me ama finalmente.

20 de septiembre

Magdalena quiere el divorcio y yo sexo: soy un asco.

25 de septiembre

Se ha tratado todo el asunto y en menos de dos semanas más estaremos divorciados, aún no sé por qué, pero así será.

29 de septiembre

Estoy enajenado, no sé en qué fallé, es un calvario esto de estar y no ser con Magdalena, me he caído más de tres veces y no he podido levantarme, tengo sueño, hambre, odio, dolor, todo...
A Magdalena la han llamado de su trabajo y parece que la van a despedir, eso sí me importa: la amo.

5 de octubre

Estoy llevando una relación con María, salimos, cogemos y se acabó, José sabe de lo nuestro pero se hace pendejo, en realidad todos los enfermeros nos hacemos pendejos, será por eso que nos divorciamos.

9 de octubre

Ayer fue la última firma para el divorcio, ya no hay sexo ni amor ni nada, me siento inútil, no sé si es sano pero he llamado a María para que venga a casa, ella no coge como Magdalena, es tosca y fría pero apacigua mis ansias, ¿ya dije que amo a Magdalena?

12 de octubre

Se fue y me dejó un recado: te amo Jesús. Tuya… Magdalena la apedreada.

15 de Noviembre

Ya sé en qué fallé y por eso odio más a los enfermeros, me odio tanto que no tengo tiempo para pensar en matarme, por eso, me he refugiado en el culo de María, que resulta como mi madre.

25 de diciembre

Terminé con María y ahora estoy con otra. María y Magdalena son amigas, ya no importa. José y yo somos como padre e hijo.

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