Que rabia de ciudad
¿No es cierto?
De las gradas del cuarto
a la calle está
la indiferencia misma
de no haber nada
Una noche aislada de
sí misma
luceros que hacen
más sola la hora de pensar
que crujen de soledad
allá mismo
como en otro mar
Bajar a la ciudad
a remojarse el llanto
a nadar para no morirse
entre la basura de la
esquina y el hambre
y la sed de seguir
bajo el ombligo inhóspito
de cualquier hembra
pero de veras bajar
a la ciudad para no estar solos
engullidos por algo
que es la costumbre
de vernos al espejo
oscuro también
y decirnos poco a poco
como para no decirnos
realmente nada y no herirnos
qué pendejo me siento
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