Qué se dirán los muertos bajo la brasa del polvo.
Abrazados a la raíz del árbol
que siembra sobre el pecho la argamasa
que ha de constatar su muerte.
Qué se dirán cuando les une la piel
el agua y el moho les besa el cayo
o la vejez de tanto estar durmiendo,
En el asfalto donde la carroza anduvo,
donde la tranca y el código postal
andaban lejos, en la esquina del vecino
que se murió de cáncer;
se dirán que se está enamorando el hueso
de la esquelética vida que llevan,
serán infieles de tuétano,
de sílaba fantasmal.
Se dirán que les nace el sudor
como pez entre los vellos,
que de tanta caja ya se sienten zapatos
hurgando la uña
Qué se dirán los muertos
abrazados al quinqué de las sombras;
así, cuando los orantes de rodillas
filosofan la distancia entre el cielo
y su llanto.
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