Ya no sé cómo se escribe un poema,
bebo el tono del día
y la danza no brota.
Alguien se escuda detrás de la palabra,
el desnudo
del más cercano de todos los antihéroes,
y simplemente cae
donde los hongos emigraron,
Y a morir me llaman los pilares
que construyen el albatros,
los que dicen del pétalo la hoja
y la sangre,
y se nombran así mismos hijos
alegres.
Pero sé muy bien
en no dictar la sombra de lo que
podría ser carne,
en dejar pasar el escancio
de los ríos y la junta de peces
a nado contra sí mismos.
En dejar que la brasa dorada
de los días comulgue,
siempre a destiempo,
estas auras sombreadas
con que el plus del pétalo
abre las compuertas del desorden
y todos los mares vuelven a mi sangre.
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