jueves

La dulzona

¡Negrito, ven. Vamos a despeinar la cotorra.
Ven, moreno, si está igual de negra que tú!

Sexoservidora de la zona galáctica.

Estaba el Trucha y yo, dice el Mongol, sentados en la sala. El Trucha caguama en mano recitando poemas de José Hierro: Una botella, un libro, un cenicero. / Ahora la vida es de cristal, de metal, de papel. / Ahora es la botella / más bella que una flor. El Mongol tenía en la mano un bacha de la Golden, pero no sabía si fumársela o dejarla para el rol. Yo mientras tanto recorría con la vista los muebles de la casa del Trucha y las suculentas fotos en bikini de su jefa; había una donde las nalguitas se le notaban bien acá, gordas, duras, como pá ponerse al pedo con un culito así de chingón. Pero la neta ahora ya nadie se la quiere tirar. El Trucha se daba color de mi actitud frente a la foto blanco y negro de su progenitora, pero, igual, le valía madre; no porque sea su Junior le voy a tener que estar tapando el culo cada vez que un compa quiera gozársela, decía. La neta es que el único que se la tiró fue el Mongol una vez que anda hasta el culo de pedo. Ven acá, chiquito, te la voy a mamar, ¿me la metes por ditroi si quieres, nene? Esas fueron las palabras de doña Ame. Y el Mongol, compa serio y de buenos principios, pues no se pudo negar a tal atención. Sólo de oír cómo pujaba la gordibuena jefa, pues, chance y daban ganas de arrimarle aunque sea los 20 cm de gorra a la Ame putita.

El Trucha dice: Cuando salí de ti, a mí mismo / me prometí que volvería. Deja de decir pendejadas y mámale, le decíamos. Pero, pus cómo, si en el meritito tuétano me llegaron los versos. ¡Ah, pinche Dulzona! Cómo es que la dejé ir. Acá buena, sabrosa. Con el toque cuasiperfecto de Piruja rondando calles, pero linda la cabrona. Yo la quería un chingo, neta. Cada vez que andaba tirando barrio Ella acudía para salvarme; besos, más besos, caricias, más caricias, la ronda de abrazos apretando el cuerpesito. Casi siempre la vi perfecta, excepto por el casi, sólo cuando no decía nada acerca de nosotros. Ah, pero como me gustaban sus ojitos, verde esmeralda, pupilentes, pero esmeraldas. Labios carnosos, los cuatro. Como la quise la cabrona.

El Mongol me dice que debo dejar de pensar en la Dulzona, yo le digo que prenda la bacha y nos pongamos a volar un rato. ¿Pero y si luego viajo a donde la Dulzona? ¿Y si la quiero como antes? Ni pedos, la bacha es la bacha. El Trucha leyendo el atardecer como quien deja su obra en el filo caduco de una caguama. Este es mío dice: ¡Oh, como prenda celebre que viste de jugos el alfabeto; ven, cariñosa, que quiero leerte en braille! Lo escucho. Me remite a cuando Dulz jugaba a tender las prendas sobre el claro de la puerta y se ponía a dar de vueltas como desaforada buscando cuerpo donde para vestirse de nuevo, entonces llegaba como superman o el hombre migraña y la penetraba, hasta el fondo, y se decía vestida de triple “S”; saliva, semen y sexo. A veces me la tiraba con las nalguitas punta pá rriba y cambiaba la onda, ya era dos “S”.
¡Hey, Cabrón, deja de pensar en la dulzona! Me dice El Trucha. De nuevo le entro al recuerdo de su jefa Ame, Amelita de culito guango. Ya pá qué me digo, ya ni sirve.

El Trucha se pone pedo y el Mongol hasta el culo de Mota; yo los veo, acá desde el recuerdo. Me siento Pedro Infante y quiero cantarle; Bésame, bésame muuuuchoooo, que tengo miedo a perderte y peeeerrrrrdddddeeeeeeeeeerrrrrrrmeeeeeee después.

La pinche Dulzona me dejó loco. Aguevo me digo, la pinche Dulzona me dejó loco; ora pinche Trucha muévete, Mongol apúrale Cabrón, la Pinche Truchita va saliendo poquín a poquín mientras me sello el corazón con dos fierros de Tequila. Mongol, Mongol y ya la verga no me responde.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Derrama nostalgia...