Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera:
sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado.
sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado.
E.M.C
Sólo quiero decir algo, aunque desde el principio me doy por hipócrita porque no podré decir nada, tal vez un atisbo: a modo de mentir bien podría metaforizar.
Recuerdo muy esporádicamente aquella casa. El cuarto. La ventana. (Tengo una fijación errante por las ventanas y las puertas.) Aquí debería haber un paréntesis, porque ya desde ahora me siento incapaz de querer seguir con el plan propiamente dicho del texto. Sólo…
“Como recuerdo su cuerpo. El color ébano brillante de su rostro. Sin embargo debiera decir que no era únicamente su rostro, sino sus labios verticales los que me hacían recordarla cada noche, a trafago de imágenes y delirios. Debo a esa manía de pensar en su sexo mi mortal tendencia a los balcones, era irremediable, según lo sostengo.
Estaba a lado mío, yo fumando; ella no sé en qué sitio de su cuerpo habitaba, como si su cuerpo, en un acto heroico, le devolviera a mi vida la paz de no haberla conocido. Pero finalmente allí estaba, a lado mío, viendo, posiblemente, sus ideas pasar ante sus ojos mientras escuchaba Island in the sun. Aún no entiendo esa necesidad que la obstinaba tanto, de ser trágica. La veía como si no estuviera y el demonio de la incertidumbre plagaba alrededor. Incluso puedo afirmar que ella no estaba presente y si ella no estaba yo tampoco, porque la única forma de reconocerme, ante todo reconocer el espejo de lo que era la habitación, sin su presencia no podía si quiera imaginarlo. Es así pues que estábamos solos. No sé quién de los dos más solo. Por mi parte afirmo que estaba solo. Pero qué puedo decir de ella.”
“Aquí es donde debo decir ese algo, en presencia de nada, absolutamente nada. Cuando la vi sentada en la silla del balcón entendí por qué su distancia hacia los objetos: ella representaba el objeto más fiel de todos, aunque no alcanzo a definir cual de los dos, pero era puerta y ventana. Así entraba y salía de sí misma. Caminé hasta donde su mano me llamó, vimos cómo circulaba el tráfico desde el tercer piso y ella rió locamente cuando la lluvia, que no pensábamos llegaría, humedeció nuestros cuerpos que decoraba el anuncio del hotel. Más tarde, ya en la cama y desnudos, y ella vuelta hacia ningún lado sin estar consciente de sí, me pregunté si cuando reía estaba llorando. Quise preguntarle pero, dormía. Sólo así comprendo el por qué de su tentativa a no querer existir, porque el sueño la cobijaba de tal forma que, ella no podía ver sino a través de las siniestras horas en que no vivía. Por supuesto aquí está la mentira: nunca supo, jamás y jamás sabrá que tanto ella como yo, veíamos hacia un lugar, nuestra casa, porque ambos preferíamos vernos de tal modo a la unión inconexa que para entonces teníamos. Sólo interpretábamos la soledad en su más triste obra, la del hombre que fuma y la mujer que duerme."
1 comentario:
Y yo repito y repito y regurgito Island In The Sun.
Bien hecho, Fabián.
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