viernes

Octavio Paz en el baño

Heme aquí, de vuelta al blog, por una sola cuestión —agradable.
Hace unos días —en casa de Nora (nombre ficticio)—fui al baño como toda persona común, al entrar vi colocados en un pequeño estante varios libros, entre los cuales hallé El laberinto de la soledad de Octavio Paz. No pensé que Nora gustara de la lectura y menos en el baño. Así que mientras realizaba mi acto de cagar me puse a leer Dialéctica de la soledad.
Esto me hace recordar —ahora que escribo— las veces en que Nora y yo salíamos a caminar por la avenida y gustábamos de sentarnos bajo la sombra de un árbol enorme. Ella pensaba en la vida, en su vida y el tiempo que transcurría sin la menor lástima hacia nosotros. Me dijo, recuerdo, que todo “esto” debía terminar, algún día tiene que terminar. Yo, como de costumbre, no tomé enserio su sentencia. Jamás tomo algo con responsabilidad —lo sabe cualquier hijo de vecina.
En la circunstancia que ahora intento recordad la sorpresa en el baño, nada tiene de simpática. En todo caso creo haber dejado ya el gusto por escribir lo que ha sucedido. Nora dice que ya no tengo voluntad, y le creo. Cuando le dije a Nora que me había sorprendido al ver los libros en el baño, ella me dijo: son para pensar un poco la mierda en común.

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