Ahora estamos sentados y vemos la vida
como algo que está,
que desde fuera nos observa con su diametral ojo de zorra.
La gente camina sobre la calle
y no es mucha la distancia entre ellos y nosotros;
algunos se ocultan de nuestra vista,
encogen los hombros y miran alrededor
como buscando el paso dejado: la rosa oculta en la tiniebla.
Y así pasa la vida.
Tu y yo arrodillados, sumisos, casi tercos,
invernando el luto: la ceremonia del entierro;
esperando la noche y su tranquila mar con suaves
y ondulantes alas espumosas.
Desde la ventana sonreímos,
el rostro ajeno nos mira y se retrata en las pupilas.
El espejo dibuja nuestra emblemática mirada:
flores en la oscuridad que sangran.
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