Nosotros, todos nosotros,
antes de irnos, fuimos siempre el mismo.
Se arroparon nuestras brasas y nuestro
largo andar, y nuestra llama;
y el fuego nunca se detuvo, porque llamarada
nuestra lengua,
y...
Todo continuó,
agua, tierra, mar.
Nada esperó el encuentro,
nadie dijo, nadie andó como si,
fue tanta, tanta la espera, y sí.
Hubo tan claro espejo
que al atardecer te vi, nos miramos.
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