Pero qué hago.
Intento doblegar la furia de estas aguas
que cruzan ríos bajos
ríos amargos y dolidos que habitan en mí:
como pequeños objetos de vidrio
intento como cualquier insomnio
abrirme paso entre las telas finas de la noche
y hacer que otro sujeto sea el dolor
agudo de las brasas que otro sea la noche
y tentar con eso la habitación de más mujeres
no dolidas ni dolientes
sino viudas de trenzas y cenizas
que ellas sean el paso de la voz en
un tejido sexo que no ahoga que no hace,
porque hacer es detener el tiempo hablando
es mejor hablar desde los otros labios
con la punta más ardiente de esas lenguas finas
esfinges finas que habitan el mar y adormecen
si cantan con la piel encogida
al tigre ceniciento de su propia selva
Pero qué hago.
Soy el cadalso de mi cuello
cuelgo de mí como el aire de cualquier velero
y no lleno ni el viento
ni la pura imaginaria nostalgia
de atravesar el mar
no tengo las amarras colgadas
al puerto donde nada se escucha
y por ello
(si fuera un viaje estar escribiendo)
cae la pesadez de estar viviendo
y siento crujir el ébano de mi polvo
cuando la sal de otras lenguas
lloran este epitafio diurno
Hacer no significa transitar
y eso hace esta piel
transita entre las voces suaves de todos los silencios ahogados
y eso es el mar
la imagen de unos labios que suplen al sexo
con la airosa venida de aves que sepultan
a cualquier constelado e hipócrita poeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario