sábado

María

Aquella ocasión María –como santa y pura– vistió de blanco; trasparentaba la media luna de sus nalgas y el hilo colgando de su cadera. Conté los diez pasos del umbral hasta la puerta del auto y su acompañante que la esperaba. Ella volteó el rostro a la diestra y sus ojos con los míos por enésima vez se vieron; diría que contar los pasos y verla era suficiente, sin embargo y a razón de que no lo es, observé detenidamente cómo abordaba las olas del viento a favor suyo y de su cabello. Ella con la pierna cruzada frente a la puerta del auto negro, la silueta que el vestido envainaba como quien remoja en leche el pan y cae poco a poco dejando húmeda hasta la más fiel de todas las viseras del bocadillo. Saben de qué hablo. Sus senos y los senos del reflejo no hacían más que pronunciar el acento de su cuerpo, blanco y moreno. (Debo hacer un paréntesis para abordar el tema filosófico de ver desprenderse a María de santa y dignificada pureza; es, cómo decirlo, tiempo imperfecto; cuando María se despojó de su prenda –por decir el tiempo– lo mismo hubiera dado ver hacia el horizonte, porque todo cuando había en el cuarto y a los ojos del vecino torturado por los ruidos de la cama, era visto con el mismo clamor con quien ve pasar de pronto la seda sobre el cuerpo esquelético del aire y nada cuanto pudiera ver, si al caso veía, se sentía al despertar del encomio sueño; es pues que tal filosofía es rescatable desde el punto en que su cuerpo, tanto como lo que pudiera referirse a lo que mantiene de secreto, se revela cuando se oculta.) Habiendo aclarado esto y con toda seguridad, María es de las mujeres que desnudas se ven igual que despiertas, con la noticia de que en la cama el sueño es volverse invisibles. Subió al auto. No vi al conductor, pero supongo no es necesario, todos saben que el relato debe terminar donde empieza, pues, si yo lo digo, han de saber que tengo el mismo aspecto de aquel tipo de un jueves por la tarde, viendo cómo sube la pierna izquierda María, al vehículo. Hubiera deseado no confesar mi aspecto pero, era obvio.
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*Espero pueda continuar el texto; estoy atenuado y no salen más que ideas incongruentes.