miércoles

VI

Hace horas que danzo entre serpientes

Que bebo el agua destilada de los almanaques

Que retumbo como piedra en el pedestal de los carcomidos

Que inauguro las puertas y sólo la sal penetra
islotes de madera

Que dejo las prendas a cubrir los olores de la tierra

Que juego a deletrear los puntos de la carne

Que conjugo la hierba con el sepulcro

Que la clepsidra toma su calibre y dispara

Que la sangre me arde en la boca

Que a pulso de cuchillo corto la fiebre de los huesos

Que imanto el trono donde reposa el fuego

Que no quiere irse este manjar de erizo
y la lengua me llora

Que no tengo más riel que el infortunio de los cangrejos

V

Son las nueve de la noche,
el aire entra y sale de mi boca
el humo emana, y yo
sonrío ante la presencia vacía
Hace días que estoy así
al filo de la navaja
como queriendo agarrar el brillo
de la sangre,
engullido por la voz unánime
del mar ajeno
dueño solamente
del trozo de pan que los exhumados
dejaron en su andar nocturno
Hace días que el frío atiza
el corazón, y largas me parecen
las olas del polvo
Y los nombres se suceden
como ofrendas ante el yugo
de la vida
No contemplo más sed
que la de esos nombres,
acorralados en el pómulo de las venas,
que me llaman a beber el ansia
de los sepultureros,
mas el juego se repite
y la bocanada explota
y engendro el vino de los mares
y en llaga de las aguas
la muerte me resuena