martes

J.M. Coetzee

A, Sandra

Conozco a Coetzee a través de Mario Alberto Bautista. Había escuchado hablar de él (el autor) las veces que leí en Fractal; cuando estudié en la universidad y algunas otras ocasiones, en tertulias de cantina.
No termino de leer Foe (1986) y no pude evitar transcribir algunos fragmentos de la novela. Me parece que Foe tiende al lector uno de los temas más importantes dentro de la literatura: el lenguaje; además —como en la mayoría de las novelas que he leído— los posibles cuentos que, basados en relecturas, pueden emerger. Por decir algo, hablar al respecto de los doce cuentos que integran La muerte de Artemio Cruz (1962); no es que yo afirmé que así sea: como todo lo que digo ya está dicho. Fue el propio Carlos Fuentes al ser entrevistado por Mempo Guiardinelli.
Por otra parte, siempre me ha cautivado la música y si recordamos un fragmento de los párrafos citados: Mientras […] tengamos la música en común tal vez […] no haga falta ningún otro lenguaje. Cada vez que pienso en ésta sentencia recuerdo a Lacan, pero yo soy menos que indicado para hablar de los conceptos Lacanianos acerca del lenguaje. Me gusta pensar en la música como único factor que determine la comunicación entre las personas —por supuesto, sería completamente racista con ciertos géneros musicales.
No creo mía la idea de que la mujer sea Jazz y el hombre blues, sin embargo la he venido pensando desde hace tiempo, cuando me puse a escuchar Miles Davis en casa de mis padres y el silencio de afuera se escuchaba. Y tal vez, por qué no decirlo, se deba a mi poca vicisitud como músico; aunque en términos lo mío era otro asunto, cómo decirlo, agresivo. Y puede deberse igualmente, a Armanda. El personaje dentro de la novela que escribió Herman Hesse. De cualquier forma, la música ha representado, por no decirlo exageradamente, la mitad de mi vida. Cuando leo escucho música.
Fadanelli —personaje de la literatura mexicana contemporánea que me desagrada y sin embargo sigo por ser uno de mis más atrayentes alter egos— dice que para escribir se necesita únicamente ritmo. Música finalmente. Me pregunto qué libro me ha sido más sonoro, supongo que aún no lo descubro.
No puedo evitar destruir la emoción —de quien no ha leído el libro que me recomendó Mario Alberto—y he aquí la parte final del texto:
“Y cuando el viejo bajara de la carreta para estirarse (ahora las cosas empezaban a ir más de prisa) y, mirando hacia donde había estado la bomba de agua que los soldados habían volado para que no quedara nada en pie, se lamentara —<<¿Cómo vamos a conseguir agua?>>—, entonces él, Michael K, sacaría una cucharilla del bolsillo, una cucharilla y un rollo grueso de cordel. Retiraría los escombros de la boca del pozo, doblaría el mango de la cucharilla formando un bucle y le ataría el cordel, la haría descender por el pozo hacia la profundidad de la tierra y, cuando la recogiera, habría agua en el cuenco de la cucharilla; y así, diría, se puede vivir.”
Valga al final de esto que he dicho una anécdota. Yo regalé el mismo libro que me fue recomendado, a una amiga. Hace unos días hablamos y ella me dijo: es muy triste; a veces quisiera meterme al libro y darle un abrazo a K.
Iros por el camino, yo me despido.

Foe

J. M. Coetzee

¿Qué son esos parpadeos contra los que la única defensa posible sería una vigilia tan constante como inhumana? ¿No serán tal vez las grietas e intersticios por los cuales otra voz, otras voces hablan a nuestras vidas? ¿Con qué derecho les cerramos nuestros oídos? (32)

>>—las leyes se dictan con un único propósito —me dijo—: para mantenernos a raya a nosotros mismos cuando nuestros deseos se vuelven inmoderados. Mientras nuestros deseos sean moderados no nos hace falta ninguna ley. (38)

…llegará un momento en que todos aquellos recuerdos que murieron bajo la férula de Crusoe se reavivarán en su interior, y con ellos se abrirá paso a la evidencia de que vivir en silencio es vivir como las ballenas, esos enormes castillos de carne que flotan a leguas de distancia unas de otras, o como las arañas, que se sientan solas en el corazón de esa tela que constituye para ellas todo su mundo.
[…]
Y por medio del oído Viernes aún puede hacer suya toda esa riqueza almacenada en forma de historias, y aprender de ese modo que el mundo, a diferencia de lo que la isla parecía enseñarle, no es un lugar tan yermo ni tan silencioso. ¿No cree usted que sea ese el significado oculto de la palabra historia: un lugar donde se almacenan los recuerdos? (60-61)

>>”¡Qué destino tan cruel el de quien pasa por la vida sin ser besado! (81)

En ese sentido podríamos decir que la lengua pertenece al mundo de la representación, mientras que el corazón pertenece al mundo de lo esencial.
>>”Y sin embargo, no es el corazón sino los miembros dotados para la representación los que nos elevan por encima de las bestias: los dedos con los que tocamos el clave (sic) o la flauta, o la lengua con la que bromeamos, mentimos y seducimos. Faltos de los miembros de la representación, ¿qué otra cosa pueden hacer las bestias cuando se aburren sino echarse a dormir? (85-86)

>>Pensé: Cierto, no estoy conversando con Viernes, pero ¿no es como si estuviera haciéndolo? ¿Qué es la conversación sino una forma musical en la que los dos interlocutores atacan alternativamente el mismo estribillo? ¿Qué importa cuál sea el estribillo de nuestra conversación o la melodía que interpretemos? […] ¿No se parecen, acaso, la conversación y la música al amor? ¿Quién puede asegurar que lo que ocurre entre dos amantes —no me refiero a cuando conversan, sino cuando hacen el amor— sea algo tangible y real? Y, sin embargo, ¿acaso no es cierto que algo ocurre entre ellos, y que de cada nuevo encuentro salen frescos y curados por algún tipo de soledad? Mientras […] tengamos la música en común tal vez […] no haga falta ningún otro lenguaje. (96)

Pero en ciertos momentos hay cosas más importantes que los libros. (100)

…después de la muerte, tal vez no nos encontremos entre coros de ángeles, sino en un lugar completamente vulgar, una casa de baños, por ejemplo, en una tarde calurosa, con arañas sesteando por los rincones; al principio nos parecerá como cualquier otro domingo en el campo; solo más tarde nos percataremos de que hemos entrado a la eternidad. (114)

¿Acaso nos ama nuestra sombra por el mero hecho de no separarse nunca de nosotros? (115)

Es usted como uno de esos famosos libertinos, contra los que las mujeres se arman de valor, pero contra quienes, llegado el momento, se sienten inermes, pues su propia leyenda es el arma más eficaz del seductor. (120)