lunes

Lunes

Seguramente, tanto ustedes como yo, hemos sentido ya esa pesadez de cuando la tarde cae, o el mundo parece abrirse en partes, e incluso, con el viento taladrando la corteza de los árboles, y de esta forma todo lo que se conoce como raíz está muriendo: simplemente no hacemos nada. Y es que realmente no se pretende, ni se quiere hacer nada. Mover un dedo sería en absoluto irracional; estamos desconectados. Pensar aun, es más estúpido que el propósito anterior de hacerlo. Sencillamente no existe nada en nosotros que nos haga mover, si quiera, el cabello con el suspiro. Los ojos se entumecen, se quiebra la vista, se nubla el entorno y la candelilla que alumbra el arco de la puerta, es, a golpe de luz y tiniebla, ridícula como enamoradiza noche. Sin embargo, va más allá de lo que quiero decir, por que, por supuesto, ustedes están más allá de lo que intento decir: no quiero escatimar palabras, pero definitivamente no serviría de nada escatimar o no; en la metáfora, el dedo pesa más que la voluntad, y en realidad así es. Uno está sentado, recostado; con las manos sosteniendo el rostro, y toda esa pesada carga que los gestos delatan; y puede pasar frente a nosotros la mismísima Hetaira, aquella que alguna vez nos acongojó, y lo que haríamos sería inmolar su retrato junto al del parque o la calle, o la galería expuesta de la tarde; por que sin duda no se haría nada, absolutamente nada, y es que, ante todo, se está en completa ausencia de sí mismo, más allá de una posible realidad, o por decirlo de otro modo: estamos más allá de lo que suponemos de manera consciente nos interesa, puesto que, realmente estamos desinteresados por completo de la vida.