sábado

Cinco

Esta noche
salí a la calle con un libro
bajo el brazo

llorando versos insostenibles en la garganta
Era que tenía hambre
de estar llorado por dentro
como el vino lleno de labios y lenguas
era que el silencio brotó
de afuera y quise escucharlo

Había en las esquinas soledades juntas
besadas por el aro de la oscuridad
con todo el resplandor de su cuerpo

una mujer triste veía la cafetería de Mari
dos sujetos ebrios recordaban su desdicha cantando
La ciudad tenía formas distintas
al salir descubrí al fantasma que agota
el tiempo de los solitarios
la sombra de otros que recorrieron el mismo
silencio
y seguido de tal augurio
me senté en la banca donde tal vez
alguien más leyó estos versos

e insuficiente recordó
la hora cuando se incendió
el corazón la tarde en que tu nombre
era un gran libro de poemas no-muertos

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