lunes

VII

A, D.T por la canción.

Después –ya por la tarde– los que guían
van horadando el tiempo,
recogen la escafandra del sitio
y piel en mano juntan polvo y mármol.

Así es que nada queda;
la voz incendiada de la edad,
la sombra del gusano que persigue,
las mil veces traicionada herida
y el caparazón del ojo, son los únicos
sobre el camino.

Así se va el rastro, en el pulso
de la aguja que cose el cuerpo;
en los pasos que han sido andados,
en la boca que prorrumpió en el agua
cuando todo era siniestro mar ajeno,
en la nuca del mugido
que otros vistieron cuando el suelo
lloró carne magra: así se fue yendo.

Ahora, en el retrato de las calles
van siguiendo el pueblo en un sólo hombre;
así, viendo la soledad de los pájaros
que, inmarcesibles, decidieron andar
al lado de los huesos la desventura
de caer en nada.

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