martes

Italo Calvino

Nota preliminar


El caballero inexistente fue publicado en noviembre de 1959 por la editorial Einaudi, de Turín. El primero de los textos que se incluyen en la presente Nota preliminar figuraba en la solapa de aquella edición, y la autoría es seguramente del propio Calvino; el segundo es una carta que dirigió Calvino al semanario Mondo Novo en respuesta a una reseña a la novela del critico Walter Pedullà.

Esta novela de Calvino viene a sumarse a El vizconde demediado y El barón rampante, culminando una trilogía de emblemáticas figuras, casi un árbol genealógico de antepasados del hombre contemporáneo. En esta ocasión, Calvino se ha internado más en los siglos y su novela se desarrolla entre los paladines de Carlomagno, en esa Edad Media ajena a cualquier verosimilitud histórica y geográfica, típica de los poemas caballerescos.
Pero el sabor de las invenciones calvinianas es más moderno que nunca. ¿Cuándo, si no hoy, en el corazón de las más abstractas civilizaciones de masas, donde la persona humana aparece tan a menudo difuminada tras la pantalla de las funciones, de las atribuciones y de los comportamientos preestablecidos, podría haberse dado vida a Agilulfo, el caballero inexistente? ¿Quién podría parecerse más a un guerrero encerrado e invisible en su armadura que los millones de hombres encerrados e invisibles en sus automóviles que desfilan interrumpidamente ante nuestros ojos? ¿Y el escudero Gurdulú, que está pero no sabe que está, acaso podría concebirse fuera de toda la literatura de hoy, empeñada en indagar la humanidad preconsciente, la existencia todavía indiferenciada del mundo de las cosas? Y –entre las apariciones que sirven de coro a los sucesos– ese grotesco wagneriano de los Caballeros del Grial ¿no posee también un sabor de actualidad, hoy, cuando tan de moda está el budismo zen?

Pero lo más importante es que El caballero inexistente se lee prescindiendo de todos los significados posibles, pasándolo en grande con las aventuras de Agilulfo y de Gurdulú, con la aguerrida amazona Bradamante y el joven Rambaldo, con el sombrío Turrismondo, con la maliciosa Priscila y con la plácida Sofronia. En plena sucesión de hallazgos bufonescos, de batallas y duelos y naufragios, no tardamos en descubrir el típico tono de Calvino, su activa moral y su irónica y melancólica reserva, su aspiración a una plenitud de vida, a una humanidad total.

Llevo varios meses viajando por los Estados Unidos, y sólo ahora, de vuelta en Nueva Cork, llega a mis manos algún recorte de periódico sobre mi última novela, El caballero inexistente, aparecida cuando ya me encontraba en Norteamérica. Así, leo con gran retraso un artículo firmado por Walter Pedullà, publicado en la edición del 31 de enero de tu periódico, con el título “La novela de un ex comunista”.

Un crítico está en su derecho de interpretar como le parezca la obra que sea, pero me siento en la obligación de advertir a tus lectores que la interpretación en clave alegórico-política de El caballero inexistente es completamente arbitraria, no se corresponde en absoluto con mis intenciones ni con mis sentimientos y desnaturaliza completamente la lectura del libro.

El caballero inexistente es una historia sobre los distintos grados de existencia del hombre, sobre las relaciones entre existencia y conciencia, entre sujeto y objeto, sobre nuestra posibilidad de realizarnos y de establecer contacto con las cosas; es una transfiguración de clave lírica de interpretaciones y conceptos que se repiten continuamente hoy en la investigación filosófica, antropológica, sociológica, histórica; lo escribí a la par que mi ensayo Il mare dell`oggettività(1), publicado en Il menabò, n.º 2, que puede constituir un equivalente teórico de lo que he pretendido expresar en la novela de forma fantástica. Pero ¿qué dientes tiene que ver la alegoría de los comunistas en todo esto?

Hasta ahora no he podido ver sino algunas de las reseñas publicadas, pero leo que también otros han visto en mi personaje llamado Agilulfo nada menos que a un ¡“funcionario de partido”! Me parece que semejantes interpretaciones de un texto que no ofrece la menor base para argumentaciones así son fruto del peligroso empeño de verlo todo en clave de política contingente.

En El caballero inexistente, como en mis dos anteriores novelas fantástico-morales o lírico-filosóficas, o como se las quiera llamar, no me he propuesto ninguna alegoría política, sino tan sólo estudiar y representar las condiciones del hombre de hoy, la forma de su “alienación”, las vías para la consecución de una humanidad total.
Pedullà afirma: “Los caballeros del Santo Grial son una grotesca alegoría de los comunistas”. Grotesca o, mejor dicho, del todo absurda es la interpretación de Pedullà. ¿Qué cabida puede tener en ese punto, en ese contexto, los comunistas? En ese punto, en el marco de las distintas ejemplificaciones de la relación entre individuo y mundo exterior, yo precisaba ejemplificar un tipo especial de relación: la mística, de comunión con el todo; y la explico, a lo mejor con demasiada claridad incluso, y enuncio mi postura contra esa actitud, en uno de los capítulos del libro que más defiendo desde el punto de vista “ideológico”. Pedullà, en cambio, ve allí a los comunistas y a Hungría. ¡Eso ya es obsesión pura y simple! Precisamente en el capítulo de los Caballeros del Grial ponía incluso, a modo de contraste, la ejemplificación de la toma de conciencia en el plano histórico: el pueblo de los curvaldos que cobra conciencia de existir cuando lucha por su libertad, siendo ésta la única “alegoría política” del libro, aunque tampoco es alegoría, en puridad, sino palmario ejemplo de los pueblos y de las clases que por medio de la lucha se realizan en el plano del Ser…

_______________
(1) Escrito en octubre de 1959, este ensayo se publicó en Il menabò di letteratura en febrero de 1960. Más tarde (1980) sería incluido en Una pietra sopra.
CALVINO, Italo. El caballero inexistente. Traducción de Esther Benítez. España. Ediciones Siruela. 1990.

No hay comentarios: